Tuesday, October 31, 2006

¿Qué es la Guelaguetza?, por Andrés Henestrosa



¿Qué es la Guelaguetza? *

Andrés Henestrosa


En el mosaico de usos y costumbres de México, destaca por sus inconfundibles particularidades, una fiesta de raíces muy viejas y muy hondas que se denomina Guelaguetza. ¿Qué quiere decir esta palabra zapoteca? Se han propuesto al respecto muchas eti­mologías, casi siempre caprichosas. De la confusión de su sentido verdadero, resulta de un modo natural una mala interpretación de esa costumbre. Guelaguetza no es sino una errónea transcrip­ción de la voz Guendalizá, que quiere decir parentesco, amistad y vecindad. Esa sílaba final, za , en efecto, entra en todas esas pala­bras que hemos enumerado, y es inseparable a cuanto atañe a la cultura zapoteca. Así el nombre del idioma y de la raza de estos indios, la incluye y está presente en todas aquellas cosas que la definen en lo esencial. Dentro del mecanismo de la organización indígena antigua, todos los hombres de la raza zapoteca son, en potencia, familiares. Guendalizá, o Guelaguetza, como errónea­mente aparece en historiadores y cronistas y como ha logrado sobrevivir y prevalecer, viene a ser de ese modo, el hecho de per­tenecer a una misma comunidad, esto es a la condición de ser fa­miliar, vecino, amigo, huésped, en una palabra, prójimo, o próximo. Guelaguetza significa, pues, ese ánimo de servirse entre sí los hombres en la certeza de que todas las alegrías y todas las des­venturas pueden ser en un momento dado propias de cada uno. Es la Guelaguetza, al decir de José Antonio Gay, una ayuda que los indios se ofrecen a porfía en los acontecimientos fundamentales de la vida: el nacimiento y la muerte, la erección de una casa y el matrimonio, digamos.

Este espíritu de cooperación y de ayuda a los parientes y ve­cinos y paisanos y amigos, es algo que se encuentra vivido en la vida diaria y nunca tiene carácter esporádico o eventual. Viene de la más remota antigüedad, de tal suerte que no dejando de ma­nifestarse sus efectos, no puede decirse en realidad que entraña reciprocidad. La ayuda que los zapotecas se otorgan es de dos maneras: la una es una dádiva o limosna, la otra es una suerte de préstamo o cooperación. Por ejemplo, es gratis la ayuda que se presta a un doliente para cavar un sepulcro, para levantar una enramada, para poner los cimientos, los muros y el techo de una casa. En cambio, es cooperación aquella que se da para su­fragar los gastos de una mayordomía, de un matrimonio, de una fiesta profana o religiosa. Esta cooperación puede consistir en metálico o en especias. El favorecido, cuando de este caso se tra­ta, lleva un pormenor de las aportaciones que recibe a efecto de corresponder en aportación igual cuando el caso se presente. Todo indica que ésta es una manera moderna de la vieja Guendalizá o Guelaguetza. Porque, en efecto, algo hay en el sedimento espiri­tual de estos pueblos, que les impide dejar de ofrecer su ayuda al pariente que lleva al cabo alguna obra. No en balde en la lengua zapoteca a este tipo de acontecimientos, se les llama "trabajo". Algo hay de permanente en el alma colectiva que impide a los hombres a presentarse con las manos vacías a una festividad. Hasta cuando el anfitrión es persona rica los invitados aportan a la fiesta una cooperación por humilde que sea, que llaman significativamente, un "cariño", con lo cual quieren decir que es una muestra del afecto, de la amistad, del parentesco, del cariño, en una palabra, que une a todos los hombres de la colectividad.

En los últimos tiempos, y en virtud de Ia facilidad con que las diversas regiones del país se comunican entre sí, la práctica de la Guelaguetza o Guendalizá ha adquirido nuevas modali­dades: de ellas se valen para demostrar a los mandatarios la adhe­sión de los pueblos; a los visitantes distinguidos, la alegría que produce a sus vecinos, su visita. Entonces se mira bajar de todas las sierras a los indios cargados con sus ofrendas, que no siem­pre es de orden pecuniario ni de utilidad práctica inmediata. Un ramo de flores, con frecuencia, simboliza la vieja costumbre de concurrir en auxilio del necesitado.

Bella costumbre, sin duda ésta de los pueblos oaxaqueños, par­ticularmente de los zapotecas, a cuyo idioma pertenece la pala­bra que la designa. En otro tiempo la propuse para que sustituyera a la fea palabra "chubasco" o a la aún más fea de "shower", con que los descastados van reemplazando las hermosas palabras del idioma español.

[Miércoles 18 de diciembre de 1957]

La Guelaguetza *

Un día, por virtud de unos trabajos electorales que a la sazón rea­lizaba, llegué a San Miguel Chimalapa: un pueblo remoto, huraño, perdido entre altas serranías del istmo de Tehuantepec. A San Miguel se llega por un caminito tortuoso, de ásperos terronales, a caballo, en carreta, cuando no a pie. La única compensación a tan penoso tránsito fue, aparte el paisaje y un precioso atardecer, encontrar en aquel pueblo a gentes, a más de amables, genero­sas. Habíamos salido del Ingenio de Santo Domingo, situado a las orillas de la carretera Cristóbal Colón, ya muy avanzada la tarde. Pero los vecinos del pueblo, a pesar de que ya era a desho­ras de la noche, nos esperaban con hachones y linternas a la ori­lla de su río tutelar. A esas horas celebramos la reunión, y tras la cena y el baile que ofrecieron al visitante, lo condujeron al lugar en que debía pasar la noche.

San Miguel Chimalapa es pobre, rodeado de inmensas rique­zas, como aquel cuadro que pintó Francisco Goitia: un hombre desnudo sentado sobre un montón de oro. Una huerta, una labor, un naranjal, pueden adquirirse por un centenar de pesos. Y las frutas, sobre todo la naranja que allá se da muy grande y muy dulce, apenas si se aprovecha en una mínima parte: aquella que las vendedoras istmeñas pueden vender a bordo de los trenes o en las estaciones del ferrocarril. No obstante su pobreza, habían hecho el sacrificio de la recepción, y todavía a la mañana siguiente tuvieron voluntad para ofrecernos un desayuno con una variedad de platos, a cual más ricos.

Llegó la hora del regresó. Bajo la sombra de un huanacastie, tan grande que protegía con sus ramas la totalidad del parque mu­nicipal y las primeras casas vecinas, se congregaron en torno del viajero. Entre la multitud se fue abriendo paso una "vejuca tem­blona y pueblerina", como la abuela que pinta el poeta Baldomero Fernández Moreno, hasta llegar adonde nos encontrábamos. Des­calza, pobrísima, tocada con un pequeño lienzo, vestida con un traje humilde que acaso ella misma hubiera confeccionado, puso en mi mano un minúsculo huevo de gallina, como de paloma, al tiempo que me decía: "No tengo otra cosa con qué ayudarte en tu campaña."

Y recordé entonces aquel paisaje bíblico referido por Marcos: el de la viuda pobre que echó dos blancas en el arca de las limos­nas del templo.

Dice Marcos que un día, estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. Y cómo vino una viuda pobre, echo dos blancas, que son un maravedí. Entonces, llamando a sus discípulos, les dice: "De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: Porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento."

Blanca, ya se sabe, fue una moneda. Pero tal vez en sus oríge­nes significó huevo de gallina. Por su color. Una blanca, esto es, un huevo, fue la primera moneda.

La vieja de San Miguel, al obsequiar su alimento de aquel día, puso en manos del viajero una de las dos blancas bíblicas.

Regaló todo su alimento. Hizo el mayor sacrificio. Cumplió, en medio de mil privaciones, la remota ley de la comunidad zapoteca: socorrer al vecino, al pariente, al prójimo, al viajero, al huésped, al paisano, en la medida de sus pobrezas, que no de sus riquezas.

Tal es la Guelaguetza, de la que todos los lectores habrán oído hablar.

[Jueves 21 de abril de 1966}

* Textos tomados del libro del autor Mágica y hechicera Oaxaca. México, Miguel Ángel Porrúa, Instituto Oaxaqueño de la Culturas, Gobierno del Estado de Oaxaca, 2001. Reproducidos con permiso de la editorial.

1 Comments:

At 8:09 PM, Blogger libros amigos y encuentros said...

que grato leer el origen de la palabra y màs aùn el que lo hayas rescatado.saludos.

 

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