Sunday, April 29, 2007

La muerte de un ídolo, por José Ernesto Infante Quintanilla


La muerte de un ídolo*

José Ernesto Infante Quintanilla

Wilo Rosel nos ha comentado que el sábado 13 de abril entrenaron fuerte en el gimnasio y notó a Pedro preocupado y muy tenso. No obstante, esto no impidió que al día siguiente saliera en avioneta junto con el mecánico Marciano Bautista Escárraga hacia Isla Mu­jeres y Tulum. Viaje del que regresaron por la noche y momento en el que fue instruido por Pedro para presentarse a las 7:00 a.m. del día siguiente porque viajarían hacía el D. F. También le recomendó que llevara consigo cierta herramienta específica para quizá reali­zar algunos ajustes antes del viaje.

El 15 de abril, Pedro se levantó muy temprano, desayunó lo que le había preparado su doméstica, la señora Trinidad Romero; ultimó detalles para trasladarse al aeropuerto de la ciudad de Mérida y realizó el que fue su último viaje en motocicleta, al dirigirse hacia el aeropuerto en su famosa Harley-Davidson.

Eran aproximadamente las 7:30 de la mañana, cuando abor­dó el tetramotor XA-KUN, modelo Liberator, marca Consolidated, el cual había sido utilizado en la segunda guerra mundial para transportar tropas, y después fue adaptado para servir como aero­nave de carga (un pequeño Hércules), propiedad de TAMSA. Según versión de su hermano Pepe, frecuentemente oía a Pedro comentar que ese aparato les estaba dando serios problemas mecánicos.

El día del vuelo, estando ya en el aeropuerto, instruye al piloto Edgardo Alatorre, quien había sido convocado para ese viaje, para que no se incorpore a la tripulación y salga hasta el día siguiente con el mismo itinerario, pues Pedro había decidido ser el copiloto y conducir la nave, junto con el capitán Víctor Manuel Vi­dal. Los acompañaba el mecánico Marciano Bautista. Este cambio de planes, providencial para Edgardo, le salvó la vida.

Ese mismo día, Pedro se había comprometido a estar en la ciudad de México; incluso la noche anterior había hablado con su hermano Pepe, para que lo esperara en el hangar de TAMSA, a eso de las 10:00 a.m., junto con su escolta, el Indio Sandoval y López Zuazua.

Una vez verificados los instrumentos, se escucharon por ra­dio las instrucciones de rutina para iniciar el despegue, siendo la señorita Carmen León, operadora de TAMSA, la última persona que escuchó la voz de Pedro Infante. Así, aparentemente sin ningún problema, el tetramotor tomó pista y despegó a las 7:40 a.m.

De acuerdo con los testigos del accidente, quizá dos minutos después, se notó que la aeronave.no alcanzaba ni la altura ni la velocidad óptimas. Se sabe que en el interior de la cabina de mando, tanto Pedro como el capitán Víctor Manuel Vidal y el mecánico Marciano Bautista Escárraga, hicieron todos los intentos posibles para corregir la falla, inclusive, durante ese pequeño trayecto, ti­raron algo de la carga. Cajas de pescado y rollos de telas fueron lanzados al vacío con la finalidad de aligerar el peso al avión, asu­miendo el riesgo de lastimar a alguien, pues esta maniobra se rea­lizó sobre pleno centro de Mérida. Momentos después, el aparato se desplomó cayendo en la esquina que forman las calles 54 y 87, al sur de la ciudad. Los depósitos de combustible del avión estaban llenos, por lo que al impactarse en tierra estallaron, creando un incendio impresionante. El fuego abarcó varias casas y resultaron lesionadas decenas de personas.

Según nos ha comentado don Rubén Canto Sosa, propietario de la casa donde cayó el avión y testigo del accidente, en el lugar perecieron, además de la tripulación, la señorita Ruth Rosell Chan, de 19 años, y el niño Baltasar Martín Cruz, ayudante de una car­pintería que se encontraba a unos metros del accidente. Entre los cuerpos también se encontraron los restos de tres mascotas que Pedro llevaba a la ciudad de México. Las toneladas de pescado, combustible y los restos humanos calcinados provocaron un olor insoportable.

Al día siguiente, todos los periódicos del país y muchos del extranjero publicaban en primera plana la fatal noticia. El periódico El Norte, de Monterrey, dio una enorme cobertura a los hechos. Las notas señalaban:

“Trasladan a México el cadáver de Infante, consternación por su muerte... El famoso actor y cantante falleció esta mañana, a las 8 horas, en un accidente de aviación ocurrido en la ciudad de Mérida.

"La Dirección de Aeronáutica Civil dependiente de la SCOP informaba oficialmente, hoy a las 7:45 horas, que el avión Consolidated Vultec B-4-J, matrícula XA-KUN despegó de la pista número 10 que tiene dirección poniente-oriente en el Aeropuerto Internacio­nal de Mérida, Yucatán, propiedad de Transportes Aéreos Mexicanos (TAMSA) . Efectuaba el vuelo 904 con carácter de extraordinario, directo desde Mérida, Yucatán, a la ciudad de México. Tripulaban el aparato el capitán piloto aviador Víctor Manuel Vidal Lorca y como primer oficial y copiloto el piloto aviador Pedro Infante Cruz, como mecánico Marciano Bautista Escárraga...

"El avión sufrió el accidente poco después de haber despe­gado, cayendo a tierra a una distancia relativamente corta de la cabecera de la pista, en un lugar que está situado en el cruzamien­to de las calles 54 y 87 de la ciudad de Mérida, Yucatán. Al caer el avión quedó totalmente destruido, los tanques de combustible explotaron, el fuego se extendió rápidamente, todos los tripulantes perecieron... El inspector de la Dirección de Aeronáutica Civil, Luis Soto Ruiz, inició las investigaciones para determinar las causas del accidente...

"El piloto aviador Pedro Infante, conocido por sus activi­dades como actor cinematográ­fico y cantante, trabajaba como socio en aviones de esa compañía desde hace más de tres años; cuando sus actividades artísticas se lo exigían solicitaba licencia a la empresa TAMSA y le era conce­dido por el tiempo necesario...

"Al terminar cada una de estas licencias. Infante reanudaba sus actividades de piloto. Era titular de la licencia de transportes públicos número CCP-447P-P. La había renovado el 2 de abril y en esa fecha se le computaban 2 900 horas de vuelo..."


Guitarras lloren guitarras

La identificación de los: cadáveres fue muy complicada y extremadamente dolorosa para los deudos. En el caso de Pedro y de acuerdo al parte médico del doctor Benjamín Góngora, quien en esa época era, además, presidente municipal de Mérida y amigo personal del ídolo, el cuerpo presentaba el cráneo totalmente destruido; tres fracturas en la columna vertebral, así como en el hueso iliaco y pelvis, varias fracturas más en ambos fémures y peronés. El parte médico refería que la causa de la muerte de Pedro, había sido la “atricción total”, debido a esto el cuerpo perdió sus dimensiones reales. En efecto, como consecuencia de las graves quemaduras, tanto su peso como su estatura se redujeron en forma impresionante, esta última que era de 1.73 m., se redujo a 80 cm., y su peso que era de 77 kg., terminó siendo de 35 kg.

Era un verdadero cuadro dantesco, sin embargo la identificación se logró a partir de una reconstrucción parcial del cadáver, y por haberse encontrado una esclava con su nombre grabado, así como su famosa placa de platino (Vittalium), elementos que corroboraron, de modo inobjetable, su identidad.

Cabe mencionar que aparte de la identificación de los cadáveres, su hermano Ángel fue quien tuvo la triste encomienda, por parte de la familia, de constatar personalmente la tragedia. Al respecto, en 1986, en una de las agradables comidas con mi tío Ángel y mi padre, don Pepe, platicamos sobre los detalles de estos penosos recuerdos, y me comentaba mi tío:

“Quienes llegaron hasta el preciso lugar del accidente donde se encontraban los restos, antes que el ejército acordonara la zona restringiendo el acceso, vieron cómo mi hermano no se separó del asiento de la cabina. El cinturón de seguridad resistió los jalones y los golpes del impacto y del fuego. Cuando llegaron los oficiales e hicieron un reconocimiento del siniestro observaron que se le había desprendido un brazo y estaba a punto de desprendérsele una pierna. Aún se alcanzaba a distinguir una pequeña parte de su rostro. En su caja torácica se apreciaban algunos órganos calcinados y otros ensangrentados. Es el dolor más grande que he sentido en mi vida. Pero el trabajo del doctor Góngora, así como de la funeraria para reconstruir y preparar su cuerpo fue magnífico, a las 18:00 horas ya lo estábamos velando en su casa de la calle Itzaes, con el ataúd abierto, para que el pueblo de Mérida despidiera a mi hermano.”

En la ciudad de México, a las 1:15 de la mañana, el locutor Manuel Bernal, uno de los pilares de la XEW, dio la trágica noticia a través de los micrófonos: “Ha muerto Pedro Infante”, y de inmediato el luto se esparció por toda la república y el extranjero en ese lunes santo. Una noticia que, para muchos, acentuó más aún el misticismo de esos días.

Una vez confirmado el suceso, directivos de la ANDA y otros compañeros, entre los que se encontraban Rodolfo Landa (Rodolfo Echeverría Álvarez), Jaime Fernández, Ángel Infante, Irma Dorantes, José Ángel Espinosa “Ferrusquilla”, hicieron el penoso viaje a Yucatán. Los medios de información, así como el gobierno de la república, conjugaron esfuerzos para trasladarse a la ciudad de Mérida, con el fin de agilizar el traslado de los restos del ídolo a la ciudad de México. La noche del 15 de abril, Pedro Infante era velado en su domicilio de Itzaes por el público yucateco. Uno de los días más tristes y penosos en la historia reciente de la región. Esa tarde, la prensa nacional, ha­ciendo tirajes extra, difundía ampliamente los pormenores del accidente.

Las causas del siniestro todavía se desconocen. Se ha sostenido que volaba con exceso de carga; sin embargo, el pe­ritaje concluyó que traía 6.5 toneladas de peso y el avión tenía capacidad para 12. Lo más apegado a la realidad indica que la causa del accidente fue una falla mecánica en uno de sus motores.

El mismo 15 de abril, el periódico Últimas Noticias de Excélsior, destacaba:

"Se paró el motor y el avión se vino abajo."

"Las dos esposas de Pedro Infante se disputan el derecho de sus restos.'

"¡Yo soy la culpable.', gime Irma Dorantes..."

"La anulada esposa de Pedro voló, angustiada, a Yucatán. ‘Vivo me lo quería quitar, pero muerto ya nadie se atreverá’, dijo al partir a Mérida..."

"¡Yo soy la culpable....! Frenética fuera de sí, rayando en el histerismo, Irma lo gritó así en el aeropuerto, una y otra vez, como para que todo el mundo lo supiera..."

Un día después, el 16 de abril a las 6:30 a.m., despegaba un DC-3, matrícula xa-hey de TAMSA, con los restos de Pedro Infante, acompañado por su hermano Ángel y varios periodistas.

Todos los periódicos del país reproducían la noticia:

"Pedro Infante pereció ayer al caer el avión que copiloteaba."

"Estupor, luto y pena por el fin del actor.'

"El trágico suceso, un impacto que conmocionó al país en­tero."

"Mudo desfile ante el ídolo."

"Desfiló el pueblo día y noche ante este ídolo caído."

"Consterna a México la muerte de Pedro Infan­te."

Fue tan impactante la noticia que tanto en México como en otros países, hubo suicidios por su fallecimien­to, particularmente en Ve­nezuela y Colombia. Estos tráficos hechos adicionales muestran la relevancia de Infante como fenómeno so­cial y el grado de identificación del público con su ídolo.

Al llegar sus restos al aeropuerto, ya lo esperaban los oficiales de policía y trán­sito portando un listón negro en la sola­pa de sus uniformes. El desempeño de esta agrupación fue fundamental en el traslado de los restos de su comandante y amigo, y en el control de las multitudes que también esperaban su arribo.

Al salir del aeropuerto, los restos de Pedro fueron trasladados a la funeraria, donde se hizo un cambio de ataúd, en este caso metálico, mismo que fue sellado. Más tarde lo trasladaron al teatro Jorge Negrete, para ser velado.

A partir de las 13:00 hrs., ese recinto se convirtió en un centro donde cobró forma el dolor generalizado, en el que sobresalían los sollozos y accesos de histeria de muchas mujeres. Era impresionante el número de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales, que acu­dió con el firme propósito de dar el último adiós a su ídolo.

Era un desfile interminable que incluyó a toda su familia, sus compañeros artistas, desde los más modestos hasta las gran­des estrellas del cine nacional. Políticos, gente de los medios, sus fíeles amigos motociclistas, todo tipo de deportistas, universitarios y gente anónima. Todos se volcaron para participar en ese trágico ritual como nunca en la historia de nuestro país.

Doña Refugio, su madre, terriblemente abatida, acompaña­da siempre por sus hijas e hijos, recibía las condolencias de todos. Cabe mencionar que el día anterior, al recibir la noticia, sufrió dos síncopes que la mantenían bajo extremo cuidado médico.

La Prensa publicaba el 17 de abril:

"¿Mi hijo está quemado?, ¡Hijo querido!, ¡Mi hijo de mi vida!

"Como un coro doliente, las cinco hermanas del actor des­aparecido enlutadas también como su madre, rojos los ojos de tanto llorar y pálidos los labios, rodeaban a la viuda de Infante que estaba a punto de perder el conocimiento..."

A continuación, la nota describía el desconsuelo que embar­gaba a los dolientes. Escenas de dolor extremo que, aun cuando de­bieron quedar en un ámbito estrictamente familiar, fue imposible que no llegaran a ser de dominio público, dada la cobertura de los medios y la popularidad del artista. Así, los lectores se enteraron de los esfuerzos de doña Refugio por ver el cadáver de su hijo. La renuencia de Ángel, quien como hijo mayor había asumido el control de la situación y por ello intentaba, con esfuerzo, ahorrar un dolor más a doña Refugio, quien, madre al fin, intuyó el porqué de aquella negativa. Y, finalmente, la actitud viril de Ángel Infante al admitir los terribles efectos que el fuego había ocasionado en el cuerpo de su hermano y pedirle cariñosamente a su progenitora fortaleza de ánimo y resignación.

"Sí, mamacita, está quemado. Tu hijo está quemado... Tú eres fuerte. Tú has querido siempre que te digamos la verdad. Tú no quieres que tus hijos te mientan... Pedro no hubiera querido que lloraras.

"Y la madre hundió la cabeza en el pecho y de sus ojos esca­paron dos torrentes de lágrimas de fuego, pero no dijo nada.

"Verdaderamente, como dijo su hijo Ángel, la madre de Pedro, la madre de los Infante, es una madre valiente, una madre digna del pueblo mexicano, una madre émula de las madres de nuestras luchas sociales y ante aquel cuadro lleno de dolor, nadie ni los ajenos a la sangre de los Infante, pudieron evitar las lágri­mas..."

La primera guardia la montaron Mario Moreno, Cantinflas, José Elias Moreno, Miguel Manzano, Arturo Soto Rangel, Ángel In­fante y José Infante. La segunda la conformaron Andrés y Fernando Soler, Jorge Martínez de Hoyos y el comandante de policía y trán­sito Ramón Ruiz, a las que siguieron una cantidad impresionante de guardias de honor, sin dejar de mencionar a una representación de la pareja presidencial, la cual, incluso, ofreció, en su momento, la aeronave oficial para el traslado de los restos.

El miércoles 17, Pedro Infante fue trasladado ha­cía su última morada, pre­cedido por una escolta de cuarenta motociclistas del prestigiado escuadrón de tránsito y una intermina­ble fila de autos, múltiples camiones con ofrendas flo­rales, así como por todo el pueblo, que estuvo hacien­do valla a lo largo de todo el recorrido. Hasta la fecha ese cortejo fúnebre ha sido uno de los más impactantes en la historia de México.

Todos los medios de información se dieron cita para cubrir, minuto a minu­to, este acontecimiento. En el panteón, sus hermanos Ángel y Pepe, Mario Moreno, Cantinflas, e Is­mael Rodríguez, fueron quienes llevaron el ataúd hasta su tumba, la misma donde hacía dos años habían depositado a su padre, don Delfino, a es­casos metros de Blanca Estela Pavón y de Jorge Negrete. Nuevamente se estaban reuniendo los ahora mitos de nuestro cine nacional.

Al filo del medio día, Pedro Infante era sepultado con música de mariachis, que ento­naban algunas canciones que el cantante hiciera famosas. En muchas fotografías del sepelio aparece cantando un joven admirador de Pedro. Era Javier Solís, quien años después sería un digno sucesor y representante de la canción mexicana, particularmente del bolero ranchero.

En esa ocasión, el párroco Manuel Herrera pronunció la oración fúnebre y el secretario general de la ANDA, Rodolfo Lauda, dirigió un mensaje emotivo y sincero a nombre de todo el gremio, despidiéndose de su querido amigo. Posterior­mente, los miembros del prestigiado escuadrón de tránsito pasaron lista de presente, diciendo un hasta luego a su respetado y querido "Comandante”.

Así, el cine perdía un gran actor, el deporte a un fiel atleta, la música popular a un representante auténtico, los actores a un hermano y el pueblo a un amigo solidario.

El jueves 18, la prensa nacional informaba acerca de lo suce­dido en esta dramática jornada. Una nota del periódico Excélsior, por ejemplo, describía la forma en que la radio y la televisión habían realizado la amplísima cobertura que dio a conocer los pormenores de este hecho:

"Miles de personas lloraron ayer en silencio, frente a sus aparatos de televisión, era el viaje definitivo de Pedro Infante. Los tres canales con sus repetidoras, por primera ocasión se unían para cubrir la fúnebre ceremonia...

"Lo que captaban las cámaras electrónicas hicieron palpitar más de prisa los corazones. Al bajar el féretro a la tumba enmu­decieron telespectadores y radioescuchas. Los locutores no tenían frases para describir el momento; su gran amigo, Gonzalo Castellot, el líder nacio­nal de los conductores de televisión, lloró consternado...

"Con llanto en los ojos y la voz entrecortada, el veterano Pedro de Lille, hizo ayer una de sus más dramáticas narraciones desde el Panteón Jardín. En los momentos en que el féretro que contenía los restos del infortunado Pedro Infante bajaba lentamente a su última morada, a miles de personas que se aglomeraron ante los magnavoces que fueron instalados en las calles de la capital, les produjo llanto...

"Éste fue el último aspecto del entierro del galán que fue dado a conocer al país a través de la emisora XEQ y sus retransmi­soras en el país...

"Durante las doce horas y media de transmisiones se reali­zaron tres controles remotos: en la anda, en la estatua del Ariel, en Chapultepec y en el Panteón Jardín, además de la narración que se hizo a lo largo del trayecto del cortejo fúnebre, mediante la instalación de una unidad móvil de control remoto sobre autos de alquiler que se unieron a la caravana…

"Además de De Lille, los locutores que cubrieron los dife­rentes aspectos del trágico acontecimiento fueron José Hernández Chávez, Pico de Oro, Jacobo Zabludovsky, Jorge Labardini y Mario Rincón, agregándose una narración especial que hizo a las puertas del cementerio el teniente de tránsito José Ibáñez, íntimo amigo del llorado cantante.'

Desafortunadamente, la muerte de Pedro Infante también puso fin a una hermosa época de prosperidad para la industria fílmica, en la que se enaltecieron los valores nacionales y se difundió parte del extenso mosaico musical de nuestra patria. Fue la época de oro del cine nacional en la que una importante generación de cineastas, productores, directores y notables actores de los años cuarenta y cincuenta dieron un gran prestigio a esta industria.

Al respecto, Emilio García Riera comenta: "A fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, la crisis del cine mexi­cano no era sólo advertible para quienes conocían sus problemas: la delataba el tono mismo de un cine cansado, rutinario y vulgar, carente de inventiva e imaginación".

El cine de otros países daba signos de renovación, tanto en sus leyes, como en su apertura hacia temas difíciles de exponer. Dentro de esta nueva vertiente una enorme gama de temas, nunca antes vistos en pantalla, se empezaron a difundir. A la censura se le dio un trato más inteligente. Dentro de un ambiente siempre controversial el neorrealismo impulsó a nuevos cineastas. A fines de los cincuenta y en las décadas posteriores estos jóvenes realiza­dores propusieron exitosamente otra forma de hacer cine.

En el cine mexicano, en cambio, la renovación y la cultura de la originalidad se estancaron e, incluso, se perdieron. Nuestro cine fue ampliamente rebasado, salvo contadas excepciones. Varios hechos contribuyeron a agravar la crisis, además de la muerte de Pedro Infante. Entre ellos podría señalarse a la Revolución cubana de 1959, pues para el cine nacional significó la pérdida de uno de sus mercados naturales más importantes. En 1957 dejaron de funcionar los Estudios Tepeyac y los CLASA, y, en 1958, los Azteca; sólo quedarían para la producción fílmica, los Churubusco y los San Ángel Inn. El marco jurídico resultaba obsoleto y desligado de la necesidad real de una renovación que diera el impulso suficiente para intentar mantenerse dentro de los estándares internacionales; como dice Emilio García Riera, "hubo subdesarrollo dentro del subdesarrollo".

* Fragmento del libro del autor Pedro Infante, el ídolo inmortal, México, Océano, 2006. Reproducido con permiso de la editorial. Título de la redacción.

3 Comments:

At 7:33 PM, Anonymous Anonymous said...

Muy buen libro felicidades y saludos Ernesto.atte Ignacio L Infante.

 
At 6:57 AM, Blogger Diego Fernando said...

Hola me llamo Diego soy de Ecuador, aquí se admira mucho a pedro Infante, me parece excelente este narración de los últimos momentos de este idolo Latinoamericano, muye bueno el libro


Diego Ochoa Muñoz

 
At 10:36 AM, Blogger Osvaldo said...

Como me gusta mucho la literatura, trato de obtener datos en internet, de distintos libros para poder disfrutar. Ojala que pueda conseguir nuevos autores para seguir leyendo y a pesar de tener que buscar un vehiculo en un Alquiler de autos en oferta por Despegar.com para mis vacaciones, quiero también tomarme un tiempo para mi pasión. La literatura

 

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